Corrí a su encuentro y dije: —Adiós, espero no volver a verte pronto—. Me acercé lentamente y lo besé, podría parecer que no quería dejarle ir pero estaba demasiado conciente de que ese era sin duda alguna el último beso.
Sí, era horriblemente doloroso dejarle ir, sobre todo desde la primera vez que alguien me contó un cuento de hadas o que ví una película de Disney. Lo miré alejarse y entonces no pude aparentar ser fuerte por más tiempo y mis ojos se llenaron de lágrimas y más pronto de lo que me dí cuenta ya bañaban mis mejillas.
Su cuerpo perfecto se perdía en el horizonte como un sueño frustrado, pero ya era tarde para decirle "regresa", había tenido miedo, tenía miedo y seguiría teniendo miedo, estaba tan acostumbrada a él, había vivido la mayor parte de mi vida para él, soñando por él, creyendo por él, amando por él y ahora sería verdaderamente un reto encontrarle un nuevo sentido a todo lo que antes se basaba en él. Pero no era algo inteligente ni algo bueno mantenerlo aqui conmigo. Tal como lo había planeado y previsto era extrañamente doloroso y sabía que si no me controlaba podría correr tras él. Pero había tomado una decisión y pensaba aferrarme a ella.
Y entonces entendí muchísimas cosas, de esas cosas que la nunca abuela me cuentó, sabía que lo peor no era quedarse así, sin él, lo peor es tener que vivir con otro mientras se mantiene una foto de él en un marco de plata, sobre el mejor mueble de la sala. Porque si somos realistas, aunque yo nunca le dijera adiós el nunca sería mío. Eso, sí habría sido una verdadera tortura. Y la peor parte es que no era culpa de el otro, sino mía, la mujer que metió en primera instancia esa foto en aquel marco de plata, la que compró el marco de plata, y la que nunca tuvo las agallas para sacar a esa foto de ese marco, rendirse y permitirse poner la foto de alguien más.
Hoy quería darme otra oportunidad, quería permitirme tirar esa fotografía, olvidarme de ese estúpido marco de plata y tirar toda esa porquería a la basura. Era muy obvio que me dolía, pero hasta ahora había sobrevivido a todo lo que se me había interpuesto antes en el camino. Me había aferrado demasiado a un sueño que hoy tenía que ver partir, pero está bien.
Hasta hoy me he convencido a mi misma de que yo quería al hombre de esa fotografía "el principe azul" y tal vez he vivido todo este tiempo equivocada. No sólo le digo adiós al imponente Principe Azul, sino que parte me doy cuenta de que nunca lo quise, nunca quise al hombre de la fotografía, nunca quise a un hombre perfecto, lo que siempre quise, es ser FELIZ. Increible y locamente feliz, con un hombre imperfecto, que me ame muchísimo, por supuesto no puede ser un hombre al que yo no ame con locura, pero tampoco puede ser un hombre increiblemente guapo... no me mal interpreten no porque no pueda amar a un guapo, sino porque quiero ser asi de feliz siempre y la única forma de lograrlo es que lo que me mantenga allí no sea algo pasajero o algo superficial. Y bueno siendo mucho más realistas, nunca un ser humano llegaría a ser ni un cuarto de lo que el príncipe azul era, él era perfecto y no hay un ser humano así.
Adiós, mi principe azul, no te voy a extrañar, te mantendré por siempre en mi memoria y en un cajón, el cajón más escondido de mi vida, porque sin lugar a dudas quien merece ese lugar en el marco de plata, sobre el mejor mueble de la sala, vendrá algún día, ¿pronto? no lo sé, pero, lo que si se es que tú no vas a estar aquí para intentar hacerle una competencia que de igual forma perderías...
Sí, era horriblemente doloroso dejarle ir, sobre todo desde la primera vez que alguien me contó un cuento de hadas o que ví una película de Disney. Lo miré alejarse y entonces no pude aparentar ser fuerte por más tiempo y mis ojos se llenaron de lágrimas y más pronto de lo que me dí cuenta ya bañaban mis mejillas.
Su cuerpo perfecto se perdía en el horizonte como un sueño frustrado, pero ya era tarde para decirle "regresa", había tenido miedo, tenía miedo y seguiría teniendo miedo, estaba tan acostumbrada a él, había vivido la mayor parte de mi vida para él, soñando por él, creyendo por él, amando por él y ahora sería verdaderamente un reto encontrarle un nuevo sentido a todo lo que antes se basaba en él. Pero no era algo inteligente ni algo bueno mantenerlo aqui conmigo. Tal como lo había planeado y previsto era extrañamente doloroso y sabía que si no me controlaba podría correr tras él. Pero había tomado una decisión y pensaba aferrarme a ella.
Y entonces entendí muchísimas cosas, de esas cosas que la nunca abuela me cuentó, sabía que lo peor no era quedarse así, sin él, lo peor es tener que vivir con otro mientras se mantiene una foto de él en un marco de plata, sobre el mejor mueble de la sala. Porque si somos realistas, aunque yo nunca le dijera adiós el nunca sería mío. Eso, sí habría sido una verdadera tortura. Y la peor parte es que no era culpa de el otro, sino mía, la mujer que metió en primera instancia esa foto en aquel marco de plata, la que compró el marco de plata, y la que nunca tuvo las agallas para sacar a esa foto de ese marco, rendirse y permitirse poner la foto de alguien más.
Hoy quería darme otra oportunidad, quería permitirme tirar esa fotografía, olvidarme de ese estúpido marco de plata y tirar toda esa porquería a la basura. Era muy obvio que me dolía, pero hasta ahora había sobrevivido a todo lo que se me había interpuesto antes en el camino. Me había aferrado demasiado a un sueño que hoy tenía que ver partir, pero está bien.
Hasta hoy me he convencido a mi misma de que yo quería al hombre de esa fotografía "el principe azul" y tal vez he vivido todo este tiempo equivocada. No sólo le digo adiós al imponente Principe Azul, sino que parte me doy cuenta de que nunca lo quise, nunca quise al hombre de la fotografía, nunca quise a un hombre perfecto, lo que siempre quise, es ser FELIZ. Increible y locamente feliz, con un hombre imperfecto, que me ame muchísimo, por supuesto no puede ser un hombre al que yo no ame con locura, pero tampoco puede ser un hombre increiblemente guapo... no me mal interpreten no porque no pueda amar a un guapo, sino porque quiero ser asi de feliz siempre y la única forma de lograrlo es que lo que me mantenga allí no sea algo pasajero o algo superficial. Y bueno siendo mucho más realistas, nunca un ser humano llegaría a ser ni un cuarto de lo que el príncipe azul era, él era perfecto y no hay un ser humano así.
Adiós, mi principe azul, no te voy a extrañar, te mantendré por siempre en mi memoria y en un cajón, el cajón más escondido de mi vida, porque sin lugar a dudas quien merece ese lugar en el marco de plata, sobre el mejor mueble de la sala, vendrá algún día, ¿pronto? no lo sé, pero, lo que si se es que tú no vas a estar aquí para intentar hacerle una competencia que de igual forma perderías...