Te vi emprender camino, sabía a dónde ibas, pero, ¿acaso la vida me dejaba verte partir para no hacer nada?
Sin que pudiera detenerlos mis pies comenzaron a caminar, tu de un lado de la acera yo de la otra, entonces, la veo, y encuentro el pretexto perfecto para no caminar atrás de ti sin razón alguna...
Ella debe tomar otro rumbo (el contrario al que tú debes tomar), dudo, mi duda me lleva a una farmacia por un lapso de no más de diez segundos, mi cabeza se lo pregunta, ¿qué hago allí? ¿A quién trato de engañar? salgo de la farmacia y sigo tus pasos no sé qué voy a hacer, no sé qué diré sólo sé que no puedo quedarme donde estoy.
Llego a la taquilla me comunico a señas con la cajera por que hablo por teléfono con la que ignora la situación en que me encuentro, la mujer del otro lado del vidrio intenta explicarme algo pero no logro entenderle, mi cabeza está lejos de ella, en donde él espera aquel tren anaranjado, tomo los dos pesos que ella dejó caer junto con el pequeño pedazo de cartón blanco; doy la vuelta y veo el andén no puedo apartar mis ojos de él, y entonces siento el aire y oigo un tren acercándose no podría distinguir de qué lado viene veo un borrón naranja de izquierda a derecha y en un principio pienso que he tenido suerte y es el del otro lado y entonces acelero el paso al percatarme de mi error. Temo por lo que se que puede estar tan próximo a pasar.
Llego a los torniquetes lo único que me separa de lo que he esperado por meses y mi ubicación espacial actual, camino con seguridad y giro el torniquete, pero éste no gira, volteo a ver mi mano y para mi sorpresa aquel cartoncito que ahora debería de estar en las entrañas de aquella máquina continua siendo apretado por mis dedos introduzco el cartón giro el torniquete y acelero y entonces recuerdo mi promesa de esperarle en este andén y bajo la velocidad escucho el ruido que hacen las puertas cuando están a punto de cerrarse y finalmente el que hacen cuando se cierran. Mi expresión de derrota lo dice todo, y del otro lado de la ventana del vagón que tengo justo enfrente una cara familiar, que no es la tuya, se burla de mi infortuna.
Busco en el andén con la esperanza de que por alguna razón inexplicable sigas allí escaneo el andén de enfrente y nada. No tiene caso la tortura de seguir allí salgo y hablo con ella que no sabe y que no entiende, y le digo que olvide lo último que acordamos, salgo por pies de allí pero siento el peso de la gravedad en mis hombros, quisiera sentarme y auto compadecerme, pero sé que fue eso en un principio lo que me trajo hasta acá.